Historia de mujeres. Gail: QUISTES OVARICOS y mi VIDA GUERRERA
"Es demasiado pronto para comprender todo lo que
ha cambiado y ocurrido en mí. Lo que sí sé es que he enfrentado a uno de mis más temidos dragones y que gracias a eso soy una persona más plena y rica. Sé que puedo pedir apoyo cuando tenga miedo y sé que soy amada y cuidada por muchos seres queridos."
Hace años que Gail y yo somos amigas. En
1989 me consultó por primera vez por un
quiste ovárico persistente que, finalmente, cuando se acercaba a los cuarenta,
fue necesario operar. He aquí su historia:
"En 1984, durante un examen
ginecológico de rutina, una médica me encontró un quiste ovárico grande en el
lado izquierdo. Esta pulcra doctora del SoHo de Nueva York me anunció que eso
era peligroso y que había que extirparlo lo antes posible. Después tendría que
guardar cama de cuatro a seis semanas, me dijo. Ella, lógicamente, estaría
encantada de hacer la operación. Todo eso duró unos quince minutos.
Yo me aterré y quedé
totalmente abatida. En ese tiempo no me conocía lo suficiente para saber por
qué
me asustaba tanto esa
información. Como era mi costumbre en esa época, cubrí el terror aumentando mi
actividad y poniendo la marcha en directa. Eso me resultaba facilísimo en 1984,
ya que dirigía una iniciativa por la paz mundial que me obligaba a viajar a
varios continentes diferentes en un mes. Además de tapar mis sentimientos con
la acción, tenía una fuerte intuición de que ese quiste ovárico ni era tan
urgente ni tan grave como parecía pensar la doctora. No me hice la operación.
Transcurrieron varios años y
la verdad es que no pensaba demasiado en el quiste. Yo era una guerrera
acelerada, que estaba
cambiando el mundo y la vida de muchas personas sin hacer caso de la mía. Si
bien gran parte de esta actividad era positiva y tenía un sentido muy profundo
para mí, mi vida estaba desequilibrada.
A fines de 1987 murió mi
padre. Aunque tenía 85 años y había llevado una vida plena, yo no tenía idea
del impacto que eso tendría
en mí. Experimenté una especie de crisis espiritual. A través de lo que yo
considero pura gracia, una amiga me recomendó un terapeuta que podría ayudarme.
Mi viaje con ese hombre maravilloso me cambió la vida. Con consumada habilidad
y una excepcional amabilidad, me capacitó para reconocer y sanar muchas partes
de mí misma que hasta entonces yo había tenido miedo de mirar. Una cosa
importantísima para mi sanación fue entender que yo había traicionado mi parte
femenina/madre y había tomado partido por mi parte masculina/padre. Durante
gran parte de mi vida esto había tenido por consecuencia una lealtad absoluta a
hacer por encima de ser, a pensar por encima de sentir, y al mundo exterior por
encima del mundo interior. Para mí eso era una profunda traición personal, a la
vez que un símbolo de la traición social colectiva a lo femenino que ha herido
tan profundamente a nuestra cultura.
Comencé a ver mi quiste
ovárico como una manifestación física de esa parte guerrera y masculina de mi personalidad, que me hacía
estar tan acelerada todo el tiempo. Le puse el nombre de «aceleración cristalizada».
Había traicionado a mi lado femenino
más profundo hasta tal punto que ese quiste guerrero estaba ocupando literalmente
la mayor parte del espacio del centro creativo femenino de mi cuerpo. Ya había
crecido hasta el tamaño de un pomelo grande.
Aunque comencé a tener más
claridad emocional y espiritual respecto al quiste, seguía con el problema de cómo tratarlo en el
aspecto físico. Jamás lo sentía, no tenía absolutamente ningún dolor. Más bien
era una especie de presencia amenazadora que me recordaba que algo en mí estaba
desequilibrado."
En otoño de 1991 Gail vino a
verme. Las últimas ecografías mostraron que el quiste estaba comenzando
a crecer otra vez y que su
interior estaba cambiando, volviéndose más sólido y denso. Cuando el quiste se
solidifica quiere decir que sus partes líquidas son reemplazadas por más
células y un tumor. Se estaba haciendo más fuerte. Pensé que ella ya lo había
observado el tiempo suficiente y que esos cambios significaban la posibilidad
de que las células se convirtieran en precancerosas. (Si la persona no hace
caso de la sabiduría del cuerpo que se anuncia por medio de un tumor, este
suele necesitar hablar más fuerte y con mayor claridad. Así pues, podría crecer
más rápidamente y volverse sintomático. Los quistes ováricos no fisiológicos
tienen la capacidad de crecer con mucha rapidez, según las circunstancias.)
Además, Gail estaba comenzando a sentir opresión en la vejiga. Le recomendé
operarse, ya que me pareció que ese persistente quiste, que estaba cambiando,
le agotaba la energía. Como hemos visto, un tejido no sano literalmente «agota»
las moléculas necesarias para el metabolismo celular de los tejidos sanos
circundantes.
Una consulta con Caroline
Myss confirmó mis sospechas. Su evaluación fue que el quiste estaba «despertando» y activándose;
tenía la capacidad de crecer rápidamente en las circunstancias adecuadas.
Caroline pensaba que debería
extirparse antes de que transcurrieran tres meses. Confirmó que el tumor se
había desarrollado debido al conflicto de Gail entre sus necesidades personales
interiores y las exigencias de su mundo exterior. También dijo que la
diferencia de energía entre Gail y su marido estaba en su punto más extremo;
ella se sentía atraída hacia lo femenino arquetípico, silencioso y reflexivo,
mientras que él (que también era su compañero de trabajo) estaba en el apogeo
de reconocimiento y actividad en el mundo exterior. Ese era un reconocimiento del
que Gail podía participar si quería. Ella sentía agudamente la competición
entre esa «energía que la atraía hacia dentro desde el centro de su ser» y la
necesidad de éxito en el mundo exterior, para lo cual había trabajado durante
años. Si no participaba de ese éxito mundano, la cultura consideraría que lo
«sacrificaba todo inútilmente». A pesar de ese conflicto entre sus mundos
interior y exterior, su profunda sabiduría ovárica la estaba atrayendo más que
nunca hacia dentro. Este es un ejemplo clásico del tipo de competición en
energía y lenguaje corporal que hiere a las mujeres en los ovarios.
Gail accedió a hacerse la
operación si la realizaba yo, porque confiaba en mí. Como parte de su preparación,
trabajó con un grupo que hacía estudios espirituales. Entre otras cosas, este
trabajo consistía en una especie de meditación guiada en la
que visualizaba la operación en imágenes arquetípicas, con su aspecto masculino
y guerrero instalado detrás de
la cama del hospital protegiendo su emergente aspecto femenino y místico. Así
lo recuerda ella:
"El guerrero acariciaba
suavemente la frente de la mística. Al final de la operación, mi mística le
entregaba el quiste al guerrero, quien lo cogía y se inclinaba profundamente
ante ella. Esta imagen tuvo un significado
muy profundo para mí. En ese
momento comprendí que mediante la operación se equilibraría algo muy viejo en mi
esencia misma.
Junto con este cambio de
guardia mítico, otra amiga me orientó en una meditación varios días antes de la operación. Tuve un diálogo
con mi quiste. Lo visualicé dentro de una bola de oro. Le dije que estaba
dispuesta a soltar su «aceleración cristalizada». Estaba dispuesta a poner
equilibrio entre mi aspecto guerrero exterior y mi aspecto místico y reflexivo interior. De verdad ansié eso para mi sanación.
Durante esa segunda
meditación le di permiso a Chris [Northrup] para que me abriera el cuerpo y
sacara el quiste. Medité sobre la extirpación del quiste. Sentí un vasto
espacio en el cuerpo, el color turquesa del mar Caribe sanándome y
limpiándome. En ese turquesa infinito apareció el linaje femenino de mi
familia, una larga fila en la que estaban mi hermana, mi madre, mi abuela,
etcétera. Ellas me agradecieron que recuperara mi yo femenino para mí y para
ellas."
Así imbuidos su mente y su
corazón con esas imágenes sanadoras, Gail se preparó un bolso de remedios con cosas que tenían
sentido para ella. Entre otras, unos cristales que le habían regalado, piedras
especiales de la playa que le encantaban, fotos de su madre y su abuela y
algunos juguetes infantiles. Hizo su maleta y partió para Maine, a hacerse la
operación en el hospital donde yo opero. Después diría:
"Mi marido y dos de mis más
queridas amigas estuvieron conmigo antes y después de la operación. Su
presencia creó un centro sereno, amoroso y alegre del cual pudiera desplegarse
mi operación-iniciación. La operación fue sobre ruedas
y armoniosamente. Chris extirpó el quiste que había reemplazado a mi ovario izquierdo. Me dijo que
tenía hermosos y sanos el útero y el ovario y la trompa derechos. Cuando les
enseñó el quiste extirpado a mis queridas amigas, una de ellas dijo que se
parecía a los músculos enrojecidos que abultan el cuello de un corredor que se
esfuerza demasiado. La aceleración misma.
Después de la operación sentí
un poco de dolor y un efecto moderado de la anestesia. A los dos días salí del hospital con una
sensación tremendamente positiva de mi aventura allí. Mi cuerpo comenzó el
milagroso proceso de sanarse.
Estoy disfrutando de un
tiempo de retiro sanador. Es demasiado pronto para comprender todo lo que
ha cambiado y ocurrido en mí.
Lo que sí sé es que he enfrentado a uno de mis más temidos dragones y que gracias
a eso soy una persona más plena y rica. Sé que puedo pedir apoyo cuando tenga
miedo y sé que soy amada y cuidada por muchos seres queridos. Sé que he
cambiado y he equilibrado una vieja asociación conmigo misma, en la cual el
guerrero baila valses con la mística."
En muchos casos de quistes
ováricos grandes y complejos, como el de Gail, el tejido ovárico sano es sustituido casi del todo
por el del quiste y prácticamente no hay manera de distinguir el tejido sano del no sano; por lo tanto, es
necesario extirpar todo el ovario. 15 Sin embargo, Gail continúa bien. El modo mismo en que consideró su
quiste, su hospitalización y el cuidado posoperatorio es un buen ejemplo de cómo dejar entrar en la vida
una energía más femenina, intuitiva y sustentadora, parte de la lección que aprendió de su ovario
izquierdo.
Christiane Northrup Cuerpo de Mujer, sabiduría de mujer.
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